“Territorio comanche: Lugar donde la guerra hace estragos. Donde todo esta arrasado por los combates y ya no queda prácticamente nada en pie”. Este es el término elegido para dar nombre a la obra de Arturo Pérez-Reverte, una obra que intenta ponernos en la piel de los corresponsales de guerra que día a día mantienen una lucha constante por la supervivencia y, a la vez, una lucha contrarreloj por el cumplimiento de su trabajo informativo.
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Pèrez-Reverte en una de sus
coberturas informativas |
Aunque el objetivo de este libro sea trasmitir esas sensaciones, al ir leyendo a lo largo de sus paginas veremos como se destaca de manera reiterada una afirmación clara: quien no ha estado en la guerra, quien tan solo la ha vivido a través de unas simples paginas de articulo o unas imágenes retransmitidas por el telediario semanal, no tiene conciencia de lo que el concepto “guerra” significa. Y, por lo tanto, quién mejor que alguien como Arturo Pérez-Reverte, que ejerció de corresponsal de guerra durante 21 años, para tratar de acercarnos una idea de lo vivido y sufrido en estos infiernos.
El libro esta estructurado en seis capítulos que narran la historia ficticia de dos corresponsales de TVE, Márquez y Barlés, cubriendo las Guerras Yugoslavas. Pero aún y su carácter de ficción, la obra tiene un trasfondo realista, y es que Pérez-Reverte, quien compartió trabajo con José Luis Márquez en estas guerras, tomó la decisión de dedicarle esta lectura a su compañero: “dedicarle el libro no sólo era justo, sino que era necesario para hacer debido honor a ese fulano taciturno y silencioso que, merced a varios recuerdos y a algunos ratos buenos y malos compartidos, me hace el favor de ser mi amigo”. Reverte, a través del personaje de Barlés, muestra a su amigo Márquez como uno de los grandes personajes de la guerra, con más valor i vocación que muchos otros: “Quizá todo cuanto los hombres echan en falta, aquello que les hace poner un pie ante otro y largarse, él lo encontraba en la guerra”.
Aún y la dificultad de expresar con todo lujo de detalle lo que una persona siente al estar en situaciones similares a las que se narran en esta historia, la obra consigue que de alguna manera el lector se sienta participe de ella, introduciéndose en cada paraje descrito, visionando cada lugar detallado.
Los hechos narrados simulan una tarde en la qué ambos personajes están a la espera de un ataque croata que derrumbe el puente de Bijelo Polje. Partiendo de esta base, el libro imparte conciencia sobre los ataques que se producen durante una guerra de manera constante, minuto a minuto sin descanso. Niños, ancianos, mujeres, hombres… todos son, al fin y al cabo, víctimas inocentes condenadas a una gran injusticia. Algunos mueren pisando una mina, otros atravesados por metralla, unos pocos sobreviven, los otros quedan malheridos estratégicamente para que cuando los compañeros acudan en su ayuda, haya más victimas a las que apuntar. En resumidas cuentas habla del dolor, porque, como cita Barlés: “un muerto no es sino eso: el dolor futuro de alguien que te espera y no sabe que estás muerto”.
A mi parecer, el capítulo que refleja de manera más exacta el sentido de la obra es el cuarto capítulo, que lleva por nombre “Postales de Mostar”. En éste se analiza la guerra desde una visión más subjetiva, implicando más sentimientos. El capítulo se centra en la desolación, en el aferro de las personas que viven estas situaciones por no acabar de resignarse a perder todo lo que había significado su vida. Es un capítulo que da pie a la reflexión, que muestra la parte más oscura de los enfrentamientos, la incoherencia de estos actos i las consecuencias nefastas que tienen sobre quien posee menos responsabilidad.
En los capítulos restantes la combinación de los hechos sucedidos entorno a los personajes durante aquella intensa tarde con los flashbacks de ambos nos amplía la visión a otras guerras, de manera que la obra no tan solo se enfoca hacia la guerra concreta que se ve representada en la lectura, sino también hacia otras anteriores. Este es un factor interesante, ya que de esta manera no se imponen límites a la hora de narrar los hechos.
Otro punto interesante de la obra de Reverte es la muestra de las diferentes facetas de evolución de la personalidad de los corresponsales a lo largo de la lectura. En un principio nos introducen su parte más humana, aquella que les hace dejar a un lado el micro y las cámaras y ayudar a evacuar un lugar donde decenas de heridos permanecen inmóviles, a la espera de otro ataque. Pero a medida que pasa el tiempo, que aquellas personas afrontan las guerras diariamente, se acostumbran, si se puede considerar ésta la palabra exacta, a convivir con aquella situación y es ahí cuando aparece su personalidad más fría y calculadora. Y es entonces cuando éstos son mostrados como personas con pocos escrúpulos, con mucho valor y una personalidad muy marcada con ideas claras. Se nos muestran como personas que nunca retroceden en sus decisiones, personas firmes que, a pesar del dolor que ven ante sus ojos, son capaces de hacer su trabajo con total profesionalidad. Respecto a este tema, el libro reserva un capítulo entero para destacar las mujeres corresponsales, aquellas por las que Reverte deja a entrever una gran admiración. Su valentía las iguala al nivel de cualquier hombre y, simultáneamente, las dota de su misma importancia. Este inciso en mitad de los hechos es un punto remarcable, ya que nos recuerda lo que en ciertas ocasiones tendemos a olvidar: los trabajos en la guerra no están reservados únicamente a los hombres, sino que ellas tiene el mismo derecho y las mismas capacidades para impartirlos.
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Arturo Pérez-Reverte |
Finalmente, la obra deja su desenlace en suspense, sin aclarar que es lo que les sucede a los personajes principales después de todo el esfuerzo realizado. Y es aquí, en este detalle clave, cuando después de haber apreciado la obra en su totalidad, la sensación con la que concluyes su lectura es con la de sentir que en una guerra todo se vuelve inservible. Todo carece de utilidad o de sentido. El trabajo realizado se vuelve insignificante en comparación a la magnitud de las circunstancias. La gente se vuelve impotente ante tal crueldad inevitable. La conciencia que puedan creer tomar las personas sobre estos hechos se vuelve mínima ante el sufrimiento de quien lo vive, de manera impuesta y sin ninguna otra opción, en primera persona.
A fin de cuentas, la obra se puede resumir con brevedad en una de las frases que aparecen en la lectura: “Nos pasamos la vida creyendo que nuestros esfuerzos, nuestro trabajo, lo que conseguimos a cambio de todo eso, son definitivos, estables. Creemos que van a durar; que nosotros vamos a durar. Y un día el cielo nos cae sobre la cabeza. Nada es tan frágil como lo que tienes. Y lo más frágil que tienes, es la vida.”