lunes, 29 de noviembre de 2010

Los cínicos no sirven para este oficio: La voz de la experiencia

Ryszard Kapuscinski, periodista polaco y una de las figuras más originales y complejas del panorama internacional de la actualidad, es el personaje central en el que se basa el libro “Los cínicos no sirven para este oficio”. Detrás de este título se esconde un apasionante relato basado en la explicación de los principios que, bajo el punto de vista de Kapuscinski, son indispensables para desarrollar de manera eficiente el oficio de periodista.
El objetivo básico de este libro es el de destacar la esencia del periodismo puro, aquel que tiene como objetivo describir la realidad y ponerla al alcance de las personas, y criticar el periodismo desvirtuado, al que Kapuscinski tacha de información espectáculo.

La obra esta estructurada en cuatro partes distintas. La primera de ellas es una introducción en la que se nos muestran algunos rasgos característicos del gran protagonista. Es una parte interesante e importante para la comprensión posterior de los escritos, ya que a su vez, nos ayuda a comprender el pensamiento de Kapuscinski y su visión sobre el mundo. La idea más redundante de este fragmento es la de que el periodista es un profesional que trabaja aprovechando los beneficios del anonimato, es decir, la capacidad de camuflar-se entre una sociedad simulando formar parte de ella, sin mostrar-se como un extranjero. Según su criterio, para tener derecho a explicar se tiene que tener un conocimiento directo, físico, emotivo, olfativo, sin filtros ni escudos protectores, sobre aquello de lo que se habla. Por lo tanto, de esta afirmación podemos extraer el primer principio básico del periodismo: para ser un buen periodista hace falta tratar en primera persona con la gente siendo, simplemente, uno más entre ellos. Los detalles también tienen cierta importancia para él, a partir de ellos se puede mostrar el mundo entero ya que, como explica con sus propias palabras: “dentro de una gota hay un universo entero”. A partir de esta introducción descubrimos el descomunal interés de Kapuscinski sobre el Tercer mundo, reflejado, por ejemplo, en la descripción de los deberes de un corresponsal de prensa que aparecen citados en algunas de las obras del famoso periodista: “Debe ser testigo de todos los acontecimientos de relevancia que se producen en un territorio de treinta millones de kilómetros cuadrados (la superficie de África), debe de saber lo que está ocurriendo al mismo tiempo  en los cincuenta países del continente, lo que ha ocurrido allí antes y lo que puede suceder en un futuro, conocer por lo menos la mitad de las dos mil tribus que conforman la población africana, dominar cientos de detalles técnicos”. Como conclusión de la introducción se adjunta una de las reflexiones de Kapuscinski sobre la relación entre distintas generaciones, en la cual reivindica el cambio que ha habido en esta relación y la superioridad de los jóvenes frente a la gente más mayor. 

La siguiente parte lleva por título “Ismael sigue navegando”. Bajo mi punto de vista, es la parte que más relación mantiene con el título que da nombre al libro y, por consecuente, la parte más atrayente. El contexto es un debate y partiendo de una serie de preguntas que realizan la moderadora de la intervención y el público presente, Kapuscinski habla sobre su perspectiva y su trabajo. En primer lugar se pronuncia sobre algunos de los elementos específicos más importantes de su profesión: una cierta disposición a aceptar el sacrifico de una parte de la persona misma, la constante profundización en los conocimientos adquiridos y la no consideración de esta  profesión como un medio para hacerse ricos. Seguidamente, también se pueden detectar algunas clasificaciones con las que el periodista matiza algunos conceptos. Una de ellas es la de los dos niveles en que se puede desarrollar este oficio: el nivel artesanal y el nivel más creativo. Con ellos Kapuscinski quiere distinguir entre aquellas personas que se conforman con una realización de su oficio de manera sistemática y básica y aquellas que buscan profundizar en él, llegar más allá de lo que les muestre el horizonte, Además, a la vez, cita que hay periodistas que son siervos de la gleba y aquellos que pertenecen a la categoría de los directores. Actualmente el periodismo se ha convertido en un oficio de intereses, de espectáculo (contra más espectáculo más dinero) y es por este motivo que los pertenecientes al colectivo de directores son personas que no mantienen ningún vinculo con la vida periodística, son personas con poder, relacionadas con grandes bancos o empresas influyentes. Esto conlleva, a su vez, a una denigración del oficio y a una pérdida de los valores principales. En esta parte se vuelve a destacar la importancia de los “otros” en este trabajo: “existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resorberlos, o al menos, describirlos”. El verdadero periodismo es intencional, aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. Cuando es preguntado sobre su interés innegable hacia el tercer mundo, Kapuscinski saca su parte más emotiva y moral, con la cual cosa consigue que sea la parte más interiorizada de la obra y la que muestra mayor proyección de sentimientos. “La pobreza no tiene voz”, por lo que Kapuscinski les ofrece la suya. Con esto el periodista quiere que Europa consiga concienciarse de que existe en relación a otros continentes, no de manera independiente. Se nos muestra, de esta manera,  al Kapuscinski más solidario y comprometido. Al hablar de las distintas fuentes, hace referencia a tres: la gente, los documentos y los libros y el mundo que nos rodea. A continuación comenta los principales problemas con los que se puede encontrar un periodista en el momento de ejercer su labor: El de hablar con personas a las que nunca antes hemos visto e intentar obtener el máximo de información posible en encuentros que suelen ser brevísimos; la lengua, que a menudo no es coincidente entre los participantes de la conversación, con lo que se limita la capacidad de expresión (Con estos dos problemas, Kapuscinski quiere hacer hincapié en la complejidad de este oficio, tan interesante como complicado a su misma vez); hay diferentes puntos de vista y versiones sobre los hechos dependiendo de la persona que los trate y nuestra actitud y nuestros recuerdos están en constante cabio con el paso del tiempo. (Con estos dos últimos hace referencia a la dinámica y la variedad del oficio). Para poner punto y final a este tramo del libro, Kapuscinski denuncia la degradación  del oficio a causa de los intereses con palabras claras y concisas: “Nuestra profesión es una lucha constante entre nuestro propio sueño, nuestra voluntad de ser completamente independientes y las situaciones reales en que nos encontramos, que nos obligan a ser, en cambio, dependientes de los intereses, puntos de vista, expectativas de nuestros editores”.  

La segunda parte responde al título “Explicar un continente: la historia de su desarrollo”. Una vez llegamos a este punto del libro, nos encontramos delante de la parte más puramente historiográfica. Este fragmento es una elección acertada para justificar la declaración que hace Kapuscinski, en la cual afirma que un periodista, a su vez, siempre tiene una parte de historiador. A partir de la pregunta de cómo era África en el momento en que la Ghana de Nkrumah acabara de conquistar la independencia, el debate cobra un sentido histórico con el que el periodista aprovecha para explicar, desde la experiencia, el desarrollo que tuvo el continente.

“El relato en un diente de ajo” es el título de la última parte del libro. En ella podemos encontrar una combinación de las opiniones de Ryszard Kapuscinski y uno de los más grandes e innovadores críticos de arte de este siglo, John Berger. Es un punto que nos incita a la reflexión y a la valoración sobre los relatos y las maneras de transmitir las informaciones de la realidad. Finalmente, en la conclusión de esta parte se les pregunta por el silencio. Para Berger “el silencio es absolutamente esencial: el arte de la narración depende de lo que se deje fuera de la misma”. La declaración de Kapuscinski presenta alguna divergencia “el silencio es algo que en parte ha sido creado por el escritor, pero también, en gran medida, por lector […] el silencio se crea por el modo en que interpretamos el texto. En todos los textos hay, y no hay, silencio”. Podemos interpretar este final con una visión metafórica, ya que después de estas declaraciones, no hay nada más, por lo tanto, estas declaraciones están seguidas del silencio.
Concluyendo la lectura del libro y como resumen de su contenido, podríamos citar una de las declaraciones del redactor: “Para ejercer el periodismo hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.   

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