“Hay libros que no son de quien los escribe, sino de quien los sufre, y éste es uno de ellos”. Relato de un náufrago es un fabuloso libro escrito por Gabriel García Márquez, que no tan sólo consiste en la historia de un hombre a la deriva diez días en el mar y su desesperación, sino que nos encontramos ante un excelente reportaje periodístico auténtico.

La obra está estructurada en una pequeña introducción y 14 capítulos que a su vez se dividen en pequeñas partes introducidas por un título breve que expresa con claridad el contenido mostrado a continuación.
En el capítulo 1, Cómo eran mis compañeros muertos en el mar, Velasco describe uno a uno a sus compañeros de marina. Tras la descripción de cada uno, dedica unas palaras que nos introducen la idea de que más adelante, aquél compañero morirá en el mar: “Doce horas después el cabo Miguel Ortega estaría tumbado en su litera muriéndose del mareo. Y sesenta y dos horas después estaría muerto en el fondo del mar”. Estas palabras añaden dramatismo a la explicación y dejan a entrever el sentimiento de tristeza y nostalgia que siente Velasco al narrar los hechos tras lo ocurrido.
En el capítulo Mis últimos minutos a bordo del barco lobo aparece el momento crítico de la historia, el más relevante y de mayor importancia: el hundimiento del buque. “Como después de cada ola grande yo sentía primero un gran vacío y después un profundo silencio […] entonces escuché durante un minuto el reloj.” Estas son las palabras expresadas por Velasco a Gracia Márquez haciendo referencia al momento cumbre, cuando el barco quedó inundado y él, junto a sus ocho compañeros, solo pudieron nadar desesperadamente hacia la superficie en busca de un poco de aire. Este capítulo enlaza con el siguiente, bajo mi opinión, el más trágico. Y es que tal y como el propio título nos describe, este capítulo narra con detalle el instante en que Velasco se sintió más impotente que nunca “Viendo ahogarse a cuatro de sus compañeros” a tres metros de la barca salvavidas donde él se encontraba y donde, sin fuerzas ni recompensas, remó inútilmente en contra del viento por intentar conseguir salvar-los.

Tendido, refugiándose como podía de los intensos rayos del sol, luchando contra todo tipo de peligros a los que estaba expuesto e intentando burlar al hambre y la sed, Velasco fue perdiendo la razón junto sus esperanzas de volver a tierra firme. Bajo mi punto de vista, este es uno de los puntos fuertes de la obra, esta evolución hacia la desesperación tan bien reflejada en la interpretación que hace García Márquez de las palabras del náufrago.
Finalmente, cuándo Velasco ya se dio por muerto, llegó arrastrado por la corriente del mar a la orilla de una playa, a tierra firme. Todo lo parecía confuso y estaba fuera de contexto. Pero así fue como puso punto y final a su historia, a su aventura, que más adelante, lo convertiría en un héroe nacional, personaje estrella de los anuncios de relojes, porqué el suyo no se atrasó tras la intemperie, de zapatos, porqué los suyos eran tan fuertes que no pudo desgarrarlos para comérselos… Fue condecorado, mostrado por las televisiones como ejemplo a las generaciones futuras y fue paseado por medio país para que firmara autógrafos y los besarán las reinas de la belleza. Pero Velasco no buscaba todo eso. Aquí también podríamos ver la crítica que el libro hace a los intereses económicos que mueven la sociedad actual.
Y es por este motivo que el famoso náufrago acudió a García Márquez, sacrificando su fama para denunciar todo lo que nunca antes había contado, para descubrir al mundo entero que su nave y sus compañeros no estaban muertos por culpa de una tormenta, como todo el mundo había creído, sino por culpa de un bandazo que dio la nave a causa del viento que provocó que se soltará la carga mal estibada, y que a causa del sobrepeso (además, carga de contrabando, prohibida de transportar en un destructor) el barco no pudiera maniobrar; para descubrir al mundo que lo suyo había sido un infierno, y no una leyenda. Ya que tal y como describe Velasco con sus propias palabras, “su único heroísmo consistió en no dejarse morir.”
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